«Llegué a la vida cristiana desde el desierto del ateísmo, donde muchas veces se puede ver de lejos y con claridad. Pero cuando uno pretende no creer en nada, naturalmente desconfía de todo. Es, por necesidad, un escéptico. Cuando Dios me convirtió, me dejó con una buena dosis de ese escepticismo.
He encontrado entonces, en Eclesiastés, un libro que habla mi lenguaje. El autor dice todo sin vueltas, desgarrando la superficialidad de la vida para llegar a sus realidades blancas y negras. Justamente, por esa razón, no es un libro fácil… pero nos hace bien, cada tanto, enfrentarnos con un libro “difícil” como este».
José Young