Escribir
La tarea del escritor es sencilla: comunicar. Su primera responsabilidad no es ser “original”, ni erudito, sino claro. Una persona que lee mucho se da cuenta de las grandes diferencias entre escritores. Muchos tienen algo importante que decir, pero no saben comunicarlo con claridad. Puede ser que algunos nazcan con esa capacidad, pero la mayoría de nosotros necesitamos, y podemos, aprenderlo.
Por un lado, lo que escribimos tiene que ser interesante, estimulante. Si no, después de leer unas pocas frases, el lector vuelve al televisor. Entran factores como lenguaje, estructura e ilustraciones. Nos conviene leer mucho, de toda clase de literatura. Observar, comparar, y preguntar: ¿Por qué este escrito es más atractivo que aquel otro?
Pero a la vez nosotros, los escritores cristianos, deseamos glorificar a nuestro Dios en todo lo que hacemos. No podemos resignarnos a ser escritores mediocres. Tenemos que pulir nuestra técnica y estilo de tal manera que seamos capaces de comunicar con fuerza y claridad. “Y todo lo que hagan o digan (o escriban), háganlo en el nombre del Señor Jesús…” (Col 3:17)
Y como escritores cristianos, sentimos otro desafío. Dios nos comunicó su mensaje con el propósito de cambiar vidas, y entregó a nosotros esa misma misión (1 P 2:9 y otros). En un sentido, nada de lo que escribimos es “neutral”. Tenemos una manera particular de ver la vida y al mundo, e inevitablemente esta visión personal ha de reflejarse en lo que escribimos. Para el escritor, el escribir normalmente es una tarea agradable; pero pAra nosotros llega también a ser una misión. Sentimos la exhortación de Pedro:
“Como buenos administradores de las variadas bendiciones de Dios, cada uno de ustedes sirva a los demás según los dones que haya recibido”. (1 P 4:10)
A eso se dedica este cuaderno.