Crecer Como Maestro
Es un placer observar la excelencia en cualquier esfera de la vida. Los aficionados del fútbol gozan de ver a Diego Maradona esquivar a la defensa y mandar un golazo al costado del aturdido arquero. Aun los hinchas del otro equipo lo aplauden anticipando una demostración de la excelencia.
Los amantes de la música quedan encantados mientras escuchan la excelencia de Luciano Pavarotti cuando canta un tema de la ópera, o un concertista que toca una fuga de Bach en el piano, e indican su aprobación aplaudiendo enérgicamente mientras piden repetición tras repetición.
Uno de los aspectos engañosos de este nivel de excelencia es que, aparentemente, los artistas ejecutan sin ningún esfuerzo. Da lo mismo si es meter goles, o cantar ópera: los artistas excelentes dan la impresión que sus logros no requieren casi nada de esfuerzo. Pero como contraste, hace poco observé a un músico con poca preparación y de capacidad limitada, tratando de cantar una canción difícil. Cuando intentó llegar a las notas altas su garganta se puso tensa, su cara se puso roja y la vena de la frente se hinchó. Muchos temíamos por su salud. Sin embargo, a pesar de su esfuerzo obvio, los resultados ni llegaron a ser mediocres.
La enseñanza también puede ser una forma de arte, y llega a su máxima expresión en un ministerio que constantemente ayude a los estudiantes a crecer espiritualmente. Como en el caso de las otras formas de excelencia, generalmente el mejor maestro es el que actúa aparentemente sin esfuerzo; guía a la clase, manejando sus preguntas con habilidad, animando a participar a los observadores silenciosos y desafiando a los estudiantes a esforzarse al máximo.
No se engañe. Tal excelencia es el fruto de años de trabajo y esfuerzo de parte del maestro. Una vez observé a un profesor que tenía una capacidad increíble en el manejo del pizarrón. Cuando escribía una frase, siempre cabía en el espacio justo. Sus diagramas eran claros, y sus tablas estaban meticulosamente organizadas. Cuánto yo deseaba poder escribir así en el pizarrón, con tan poco esfuerzo. Finalmente le pregunté cuál era el secreto. Me explicó que cuando no había nadie en el aula, el entraba y practicaba toda tabla, diagrama y frase hasta que obtenía la correcta. Sí, tenía una gran capacidad, pero su posesión más valiosa era su excelente capacidad de preparación.
El propósito de este libro es ayudarlo a superarse como maestro. Los capítulos están divididos en tres secciones.
La primera sección, Claves para el ministerio, siempre trata un aspecto específico de la excelencia en la enseñanza.
La segunda sección, Claves de la Palabra, lo guiarán en un estudio inductivo de varios pasajes de las Escrituras. Necesitará utilizar la Biblia para responder a las preguntas en esta sección. En cada capítulo se divide al estudio bíblico en dos secciones (Parte uno y parte dos). La idea es estudiar las dos secciones en dos períodos separados de la semana. Si está utilizando este libro para un estudio en grupo, el coordinador debe dividir el grupo para que algunos estudien la Parte Uno y otros la Parte Dos. Entonces cuando se junten todos los grupos, cada uno debe compartir los resultados de su estudio con el otro grupo.
La sección final, Claves para la enseñanza, sugiere aplicaciones de los principios tratados en ese capítulo. Esta sección contiene material que se puede estudiar en clases de preparación de maestros o también individualmente. Las sugerencias de esta sección le ayudarán a aumentar y mejorar su capacidad como maestro.
Lo ideal sería usar este libro para la preparación de un grupo de maestros de Escuela Dominical, u otros, para su ministerio en la iglesia. Aunque una sola persona también lo puede utilizar efectivamente. Si decide hacer estos estudios individualmente, conviene buscar otra persona quien también desee mejorar como maestro. Busquen un horario donde puedan juntarse y dialogar sobre lo que estén aprendiendo. La excelencia nunca es fácil; siempre es el resultado de invertir mucho tiempo y trabajo. No puede haber una tarea más elevada que la de enseñar la Palabra de Dios a otras personas. Si Dios lo ha llamado a utilizar este don de la enseñanza, decídase ya a invertir todo el esfuerzo que ello merece. Haga esto, y llegará a ser un maestro excelente para la gloria de Dios.
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